Historia de una atleta – MARÍA ANDREÍNA ARCE SCARPATO

María Andreina nació en 1990 en Barquisimeto, estado Lara. Desde el año 2012 forma parte de la gran familia de Olimpiadas Especiales Venezuela (OEV) practicando tenis. 

Sus padres reportan que María Andreína fue diagnosticada a los 17 años con autismo moderado, discapacidad neurológica y del habla, anterior a eso el diagnóstico fue déficit de atención sin hiperactividad; ellos y su hermano afirman estar: «muy orgullosos de cada logro de María Andreina. El deporte la ha ayudado a superar las barreras de la discapacidad y a integrarse a la sociedad. Ella puede lograr todo lo que realmente quiera de corazón».  

Los resultados están a la vista: en Santa Cruz Bolivia (IV Torneo Panamericano de Tenis de Olimpiadas Especiales en el 2013) obtuvo dos medallas de plata en singles y dobles, en Los Ángeles (Juegos Mundiales de Verano de Special Olympics en el 2015) logró dos medallas de plata en singles y doble unificado y en Panamá (III Juegos Latinoamericanos de Olimpiadas Especiales en 2017) dos medallas de oro en singles y dobles. Su próximo reto en marzo de este año: los Juegos Mundiales de Verano de Special Olympics, Abu Dhabi 2019, y allí competirá y representará a nuestro país junto a Dayana Recarte, compañera unificada.

Sus padres el señor José Arce y su madre María Scarpato reconocen que Olimpiadas Especiales Venezuela representa: «una ventana para que nuestros hijos superen sus discapacidades, aprendan a ser independientes y se sientan valiosos. La competición deportiva los motiva y los ayuda en todas sus actividades diarias. Es una forma maravillosa de inclusión». 

María Andreina disfruta también de: escuchar música, compartir con sus mascotas (tres perros y un morrocoy), montar a caballo, ver partidos de tenis y de béisbol, ir al cine y comer chocolate. Cosas que la hacen feliz, igual como el haberse convertido en una atleta de Olimpiadas Especiales. 

En sus palabras: «Me ha enseñado que puedo lograr lo que me proponga con constancia y disciplina. Que a pesar de las dificultades puedo enseñar a otros y a mí misma que mis habilidades son superiores a mi discapacidad. Me ha ayudado a encontrar buenos amigos que me valoren como soy. También nos ayuda como familia a estar más unidos.  Olimpiadas Especiales vale la pena es algo muy divertido y puedes conocer otros países». Concluye muy emocionada: «Doy gracias a Dios, a mis padres y a Olimpiadas Especiales por la oportunidad de competir y sentirme feliz».